Publicado en Ecología, Opinión

El Oasis. Otra forma de vida

Uno de los filósofos más influyentes en la actualidad, el surcoreano Byung-Chul Han, nos habla de una «sociedad del cansancio», una sociedad llena de individuos cansados, agotados, frustrados por el exceso de positividad, por el ritmo que nos impone esta sociedad neoliberal, en la que el diferente es visto no solo como un problema sino como un peligro. Pero, además, y lo que es peor, se vive con un conformismo totalmente radical. Se acepta lo que hay porque es lo mejor que podemos tener. Para Han, vivimos prisioneros del tiempo, con la angustia de que no llegamos a todo lo que podríamos y, además, nos echamos la culpa por ello.

Ignacio Morales Trujillo es un hombre nacido en 1930 que rompe con ese estereotipo descrito por Han sin él saberlo. Vive en una pequeña población, un «micromundo», Betijuelo, Tarifa, dentro de un espacio protegido, sin igual, del Parque Natural del Estrecho. Sobre su modo de vida, austera, apegada a los ciclos de la naturaleza, en una vivienda de piedra y paja de más de 200 años, el cineasta José Luis Tirado ha hecho un documental titulado «El oasis» (2022) el que nos narra la vida de esta persona verdaderamente singular, excepcional, una vida que rompe con lo habitual, con el rimo de vida actual que nos aliena y nos cansa. Añado la descripción que se realiza en la página web del documental:

«Desde la infancia ha conocido el cuidado de los animales, las labores del campo y el trabajo de la plantación de pinos y otros árboles que ahora le acompañan en sus paseos. Ejemplo de la preservación del medio natural, debido a la sabiduría de que la naturaleza es la que construye su hábitat, convive en equilibrio con el bosque, el huerto, la charca, la candela, los animales domésticos y los modernos y desgastados objetos cotidianos, reciclados con imaginativos usos debido a su ingenio.

Una forma de vida que pone en valor el decrecimiento y el reciclaje como actitud frente al extractivismo de los recursos naturales y la falsa idea de que son infinitos, la agresión al medio ambiente y el despilfarro de las sociedades de consumo«

El documental puede verse en youtube:

Su estilo de vida, su filosofía vital, es verdaderamente impactante. Nos puede hacer relativizar conceptos como el tiempo, la sostenibilidad, la naturaleza, nuestra relación con la naturaleza, lo necesario e imprescindible e incluso la propia alienación que el modelo de vida impuesto nos provoca.

Una experiencia para ver y pensar.

Publicado en Competencias, Opinión

Nuevo curso: incertidumbres y certezas

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

Comenzamos un nuevo curso con grandes cambios en todos los niveles, nueva ley educativa (otra más) que supone nuevos planteamientos formativos para su aplicación al aula, nueva administración educativa acompañada de nuevos enfoques, directrices, un nuevo organigrama, que incluye la creación de una Dirección General de enseñanza concertada (toda una declaración de intenciones) y hasta un cambio de nomenclatura que yo, particularmente, no termino de entender (¿desarrollo educativo?). En fin, esto es lo que tenemos por decisión popular y con ello tenemos que trabajar.

Por lo pronto, tenemos varias líneas de trabajo fundamentales como son la transformación digital o desarrollo de la competencia digital del profesorado y la implantación de la LOMLOE. Sobre este último aspecto, ya sabemos que este año se implantará en todos los cursos impares desde Educación Infantil hasta Bachillerato y FP Básica, con nuevo curriculum, en teoría más motivador para el alumnado (ya hablaremos de este tema), nuevos conceptos (no para de innovarse en este sentido para dar vidilla a los pedagogos y desconcierto al profesorado) tales como competencias específicas, perfil de salida, saberes básicos, situaciones de aprendizaje, que tendremos que ir desgranando y readaptando a la realidad del aula, nuevas modalidades de Bachillerato, la FP Dual, etc. Respecto a la competencia digital del profesorado, vamos a tener que acreditar nuestro nivel de competencia, como en los idiomas (A1 y A2 para el estadio inicial; B1 y B2, el intermedio; y C1 y C2 para el avanzado), lo que va a suponer realizar un gran esfuerzo formativo tanto para los CEP como para los centros educativos y el profesorado en general. Todo un esfuerzo de medios y recursos que estará por ver su impacto. Además de estas dos líneas prioritarias vamos a incidir en el DUA (diseño Universal para el Aprendizaje) y en la difusión y desarrollo de la investigación educativa en el aula.

Respecto a nuestro ámbito de actuación, vamos a continuar con nuestra formación en patrimonio, medio ambiente, las jornadas de Historia, que este año queremos dedicar a la Transición española, ese crucial episodio de nuestra historia reciente lleno de luces y sombras. De todo ello, daremos cuenta, hay mucho que tratar y esperamos encontrar tiempo para poder publicar todo lo que vamos realizando.

Publicado en Educación, Opinión

Protégeme de lo que quiero

Hace algún tiempo leía en un libro del filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han una frase atribuida a la artista norteamericana Jenny Holzer realmente impactante: «Protégeme de lo que quiero«. Con esta frase Han hacía referencia a la crisis del concepto de libertad en la que vivimos actualmente, según el cual percibimos la coacción como libertad y, por tanto, no hay espacio para la resistencia.

En estos días he evocado nuevamente esta frase en otras circunstancias, al hablar con compañeros y compañeras docentes que, ante la vuelta a las aulas, viven con gran incertidumbre y angustia el hecho que supone ponerse en contacto con otros compañeros y sobre todos con los alumnos/as, precisamente, a los más quieren y en los que ven potenciales fuentes de peligro para ellos y para su entorno. Volvemos a las aulas con una sensación muy dura, de falta de seguridad para ejercer esa noble oficio que es enseñar.Por que docente es algo más que un trabajo, es una vocación y quien no lo vea así o no lo sienta así, es más que un necio. Pero, como sabemos, no nos lo han puesto fácil. Al contrario. Hemos podido comprobar la incompetencia infinita de nuestras autoridades educativas que, como los malos estudiantes, han dejado para los últimos días sus obligaciones. Han tenido seis meses para prever una vuelta segura al colegio, preparar los centros para recibir al alumnado con todas las garantías de seguridad, con medidas eficaces para que todo transcurra adecuadamente y los docentes pudieran ejercer sus tareas con esa habitual normalidad que tanto se echa de menos. He sentido vergüenza cuando he leído el artículo de «The New York Times» en el que se hablaba de España como el país en el que son más importantes las discotecas que las escuelas. Lo malo es que es cierto. Improvisación, caos, opacidad, desconcierto. Hemos podido ver el tremendo esfuerzo que se ha hecho durante el confinamiento para poder mantener unas ciertas dosis de normalidad, obligándonos a ejercer la teledocencia sabiendo que ni el sistema estaba preparado ni los alumnos, padres y madres y profesorado estaban capacitados para llevarlo con ciertas garantías de éxito. Y, a pesar de todo, no se ha avanzado nada en este sentido. Ha habido tiempo suficiente para diseñar un plan de retorno lo más completo posible, atendiendo a todos las aristas de este, tan espinoso, problema. En mi opinión, las cabezas dirigentes esperaban que hubiera un milagro y volviéramos a esa vieja normalidad en septiembre, superada la pandemia, con lo cual no habría que arbitral ninguna medida especial. De ahí que sigamos con las mismas ratios, el mismo profesorado (con promesas de refuerzo de las plantillas, ¿seguro?), con los centros sin adaptar a la realidad, sin un profesorado formado en las contingencias que pudieran devenir y con un reparto de mascarillas y gel hidroalcólico como medida estrella. El resto que lo pongan los profesores, que para eso están.

Ante esto, sólo podemos desear a toda la comunidad educativa, suerte y salud en este complicado, difícil y atípico curso 200/21.

Publicado en Didáctica, Geografía, Opinión

La necesidad de enseñar Geografía Política en estos tiempos de pandemia

Imagen de Pete Linforth en Pixabay

En estos últimos días estamos viviendo un período verdaderamente histórico y no es sólo retórica. Nos estamos enfrentando a una de las crisis más graves que hemos vivido en los últimos tiempos. El nuevo coronavirus ha puesto contra la pared a todo el sistema y aunque terminaremos por doblegarlo, ya nada será igual. El golpe ha sido tan duro que costará «sangre, sudor y lágrimas» salir de esta situación y no será para volver a la vida anterior. El daño personal, económico y social está siendo catastrófico así como las consecuencias psicológicas, de las que poco se habla, pero se hablará en los próximos meses, especialmente, en un sur europeo estigmatizado por las elevadas cifras de muertos y contagios. Se ha derrumbado todo un sistema de ideas y preceptos que creíamos inamovibles, estables, certeros. Estas situaciones no pasaban en el muy tecnificado Occidente. las veíamos en la televisión o por internet y nos negábamos a creer que eso podía pasar también aquí. El pecado del optimismo o la soberbia. Parafraseando el conocido poema, vimos que esto pasaba en China, y no hicimos nada. Ahora lo tenemos aquí … y hacemos lo que podemos. El mantra de que teníamos el mejor sistema sanitario del mundo, se ha caído después de años de desmantelamiento (igual que nuestro sistema financiero en 2008) a pesar del enorme trabajo y dedicación de sus profesionales. La realidad desmiente esa imagen edulcorada y manipulada que nos han vendido. Incluso la imagen de la Europa «solidaria, amiga, aliada, referente de progreso» se está destapando (ya lo había hecho en 2008) como lo que ha sido siempre: una club de mercaderes, dominado por Alemania y sus satélites, preocupados sólo por la «cuenta de resultados» y que miraban con cierto aire de desprecio y prepotencia (algo totalmente repugnante que dirían en Portugal) al Sur. El resultado para la Europa «unida» no va a tardar mucho en verse: reforzamiento de los estados naciones, y, por consiguiente del nacionalismo (tipo Orban en Hungría), el auge de los extremismos de derecha, la recesión, el paro, y el euroescepticismo. Pero, también, puede que esta pandemia sirva para darle una vuelta al sistema, que se ponga la economía al servicio de la sociedad y no la sociedad al servicio de la economía (léase Gran Bretaña, Suecia, Holanda,…), que se acentúe el proceso de unión, que la recuperación sea rápida y con poco sufrimiento y con más inversión en investigación, bienestar, etc. Llámame iluso, lo estructural no cambiará.

El mundo está cambiando a una velocidad increíble: China se alza como la gran potencia de este siglo con un tipo de dominación bien diferente a los EE.UU. que, por otro lado, no se van a rendir tan fácilmente. Las regiones periféricas se van a orientar hacia uno u otro contendiente, pero mientras China o Rusia, avanzan en estas regiones con mucho acierto, EE.UU. está en franco retroceso y sin parar de cometer errores. Atención a La India y a otras potencias regionales como Irán, Brasil o México.

La globalización, esta globalización neoliberal de corte anglosajona en la que estábamos inmersos, ha demostrado su total inoperancia y peligrosidad para la mayor parte del planeta, salvo para algunas élites (económicas y criminales, que, en muchas ocasiones, vienen a ser la misma cosa) y para los virus.

El futuro es cada día más incierto y su desarrollo dependerá de como se salga de la crisis sanitaria y económica posterior. Los más sesudos intelectuales del momento no paran de hacer disquisiciones sobre este futuro. Destacar el interesante debate mantenido por Zizek y Chul Han, por ejemplo, o las aportaciones de Harari o Chomsky, entre otros.

Pero lo que creo que se ha dejado bien claro es la importancia de la geografía política en el análisis de esta situación y la necesidad de conocer sus fundamentos para hacerse una idea clara, racional, amplia, de lo que es el mundo actualmente. Y en eso deberíamos centrar la enseñanza y aprendizaje de la Geografía en Secundaria, al menos en 3º de ESO. No quiero decir que enseñar otras temáticas geográficas no sea importante, sino que mucho más necesario es dar las herramientas necesarias y competenciales al alumno para que se haga una imagen certera del mundo que habita. Y para ello debemos priorizar aspectos como la geopolítica de las grandes potencias mundiales, conocer la evolución reciente de los equilibrios de poder, el nuevo orden mundial, la distribución de los recursos naturales y la lucha por su control, la crisis climática, las necesidades humanas, los puntos calientes del planeta, las instituciones internacionales, los movimientos de la población, el ciberespacio o conceptos esenciales como frontera, nación, identidad, alianzas, espacios económicos, globalización, redes, jerarquía, nodos, etc. y todo ello basado en un conocimiento cartográfico amplio y a diferentes escalas, ya que, como sabemos, la Geografía política estudia, básicamente, las relaciones entre las organizaciones políticas que desarrollan las sociedades y el espacio geográfico, a diferentes niveles y escalas, en definitiva, las relaciones entre el poder y el espacio. sin unas nociones básicas de esta temática, difícilmente se puede entender el mundo actual. Pero, además, no sólo se trata de aportar conocimientos geopolíticos, sino que metodológicamente también hay que introducir cambios: metodologías activas, que favorezcan la investigación del alumno, que se planteen retos o problemas, proyectos de trabajo cooperativos sobre algunos de estos aspectos necesarios y básicos de la Geografía política, el uso de la cartografía, etc. Y, por último, trabajar también las actitudes, esas grandes desconocidas y olvidadas.

En conclusión, se trata de reorientar la enseñanza de la Geografía para que sea realmente un conocimiento útil, con la finalidad de que el alumno/a adquiera las claves que le permita desenvolverse en un mundo cambiante y cada vez más complejo, un conocimiento que sólo puede y debe aportar la Geografía.

Publicado en Educación, Opinión

¿Estamos preparados para la teledocencia?

Imagen: Pixabay

Las circunstancias sobrevenidas en las que nos encontramos han puesto de manifiesto las numerosas carencias de un sistema educativo que lleva desde hace mucho tiempo en una situación prácticamente catatónica. Con muchas dificultades para la renovación y la adaptación a los nuevos tiempos, con fuertes resistencias para avanzar por ese camino que nos marca la sociedad actual, de repente, sin previo aviso, nos encontramos con una pandemia que nos obliga a replantear totalmente los sistemas de enseñanza y aprendizaje. De una enseñanza fundamentalmente presencial (necesaria, por otra parte) pasamos, de la noche al día, a una teledocencia, para la cual el sistema no estaba preparado. El profesorado se tiene que plantear cómo hacer frente a esta dramática situación para la cual no estaba, mayoritariamente formada, cómo adaptar sus métodos de enseñanza a estas circunstancias, cómo realizar una docencia informatizada y en red, qué herramientas utilizar, cómo atender a las múltiples necesidades de nuestro alumnado con los medios que tenemos o que conocemos, y, sobre todo, cómo evaluar. Se ha tenido que improvisar y la impresión que tenemos es que cada uno ha hecho de su capa un sayo. Bien es cierto que no se puede cambiar un sistema de golpe, que las autoridades educativas han tenido que ir, sobre la marcha, saliendo al paso de las necesidades que este cambio impone, pero esto, todo, no se puede improvisar. Docentes que nunca, o rara vez, han hecho un curso de actualización en nuevas tecnologías, menos de uso de plataformas educativas, de herramientas TIC, de enseñanza no presencial, etc. se encuentran con que tiene que mantener su ritmo lectivo a través de métodos que no dominan para estos menesteres. Se recurre al correo electrónico o al socorrido whatsapp para enviar unas tareas que, en muchas ocasiones, supera en número a las que habitualmente mandarían o recomiendan el visionado de vídeos extraídos de Internet, en ocasiones, seleccionados sin criterios propios. Se mira, casi con reverencia, a aquellos docentes que avanzaron por este camino hace tiempo, que innovaron casi como francotiradores, que introdujeron las nuevas tecnologías, que pusieron en práctica las denominadas metodologías activas hasta el criticado flipped classroom. Hoy se recurre a sus vídeos, a sus recursos, a su exégesis manifiesta en los múltiples materiales que, en la mayoría de las ocasiones, se ofrecían desinteresadamente. Se buscan soluciones a la desesperada esperando que la situación no se alargue demasiado en el tiempo.

Pero, también, estos desgraciados días están poniendo de manifiesto las desigualdades en el acceso a esta nueva forma de ejercer la docencia, tanto en recursos como en maneras de afrontarla por parte de alumnos y familias. Alumnado con muchas limitaciones para seguir estas clases, por falta de medios o recursos, sin preparación y sin que estén dotados de la necesaria autonomía ni creatividad para trabajar sin necesidad de tener al profesor o profesora indicándole en cada momento lo que tienen o no tiene que hacer. Y sin la necesaria motivación derivada, entre otras cosas, del contacto con sus compañeros y compañeras. Y las familias a las que se les carga una parte importante del peso de estas circunstancias que no pueden o no saben acompañar a sus hijos e hijas en esta dura travesía. Otra nueva brecha importante se va a abrir.

Esta pandemia va a poner en entredicho a toda la estructura del sistema educativo, desde la educación infantil (¡cuánto tendríamos que aprender de este profesorado!) a la Universidad. El resultado no será, ni debe ser, una vuelta a lo anterior como si de un paréntesis se tratara. En determinados niveles, la enseñanza presencial se va a cuestionar totalmente, las clases magistrales tal y como mayoritariamente se imparten, no tienen sentido en la actualidad, los propios espacios educativos no pueden seguir manteniéndose como en el siglo XIX, la misma forma de comunicación entre el profesorado y el alumnado tiene que cambiar. Tenemos que prepararnos y formarnos para estas circunstancias pero también para lo que vendrá después de estos tiempos coléricos, parafraseando a García Márquez. Pero no debemos llevarnos por lo inmediato y basarlo todo en internet y la «cacharrería», sin valorar adecuadamente las consecuencias de todo ello. Se precisa cercanía, contacto, comunicación. Como afirma el filósofo Byung – Chul Han «Sin la presencia del otro, la comunicación degenera en un intercambio acelerado de información«. Y la educación es mucho más que ello.

Toda crisis es una oportunidad de cambio y las muestras de fragilidad del sistema deben servir para reforzarlo allí donde más grietas le han salido. Y esto es una labor de toda la comunidad educativa.