
Hace algún tiempo leía en un libro del filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han una frase atribuida a la artista norteamericana Jenny Holzer realmente impactante: “Protégeme de lo que quiero“. Con esta frase Han hacía referencia a la crisis del concepto de libertad en la que vivimos actualmente, según el cual percibimos la coacción como libertad y, por tanto, no hay espacio para la resistencia.
En estos días he evocado nuevamente esta frase en otras circunstancias, al hablar con compañeros y compañeras docentes que, ante la vuelta a las aulas, viven con gran incertidumbre y angustia el hecho que supone ponerse en contacto con otros compañeros y sobre todos con los alumnos/as, precisamente, a los más quieren y en los que ven potenciales fuentes de peligro para ellos y para su entorno. Volvemos a las aulas con una sensación muy dura, de falta de seguridad para ejercer esa noble oficio que es enseñar.Por que docente es algo más que un trabajo, es una vocación y quien no lo vea así o no lo sienta así, es más que un necio. Pero, como sabemos, no nos lo han puesto fácil. Al contrario. Hemos podido comprobar la incompetencia infinita de nuestras autoridades educativas que, como los malos estudiantes, han dejado para los últimos días sus obligaciones. Han tenido seis meses para prever una vuelta segura al colegio, preparar los centros para recibir al alumnado con todas las garantías de seguridad, con medidas eficaces para que todo transcurra adecuadamente y los docentes pudieran ejercer sus tareas con esa habitual normalidad que tanto se echa de menos. He sentido vergüenza cuando he leído el artículo de “The New York Times” en el que se hablaba de España como el país en el que son más importantes las discotecas que las escuelas. Lo malo es que es cierto. Improvisación, caos, opacidad, desconcierto. Hemos podido ver el tremendo esfuerzo que se ha hecho durante el confinamiento para poder mantener unas ciertas dosis de normalidad, obligándonos a ejercer la teledocencia sabiendo que ni el sistema estaba preparado ni los alumnos, padres y madres y profesorado estaban capacitados para llevarlo con ciertas garantías de éxito. Y, a pesar de todo, no se ha avanzado nada en este sentido. Ha habido tiempo suficiente para diseñar un plan de retorno lo más completo posible, atendiendo a todos las aristas de este, tan espinoso, problema. En mi opinión, las cabezas dirigentes esperaban que hubiera un milagro y volviéramos a esa vieja normalidad en septiembre, superada la pandemia, con lo cual no habría que arbitral ninguna medida especial. De ahí que sigamos con las mismas ratios, el mismo profesorado (con promesas de refuerzo de las plantillas, ¿seguro?), con los centros sin adaptar a la realidad, sin un profesorado formado en las contingencias que pudieran devenir y con un reparto de mascarillas y gel hidroalcólico como medida estrella. El resto que lo pongan los profesores, que para eso están.
Ante esto, sólo podemos desear a toda la comunidad educativa, suerte y salud en este complicado, difícil y atípico curso 200/21.